miércoles, 24 de noviembre de 2010

PURO PARÍS (II)

Viernes 26:

Acá estoy de vuelta, después de una maraton parisina complementada con 700km de ruta. Hoy ya es sàbado, y estoy escribiendo desde la ciudad de Heildelberg, en la que estaremos sólo por unas horas.Empezaré por el día de ayer, para mantener la cronología y a los fines que este diario, me sirva de recuerdo del viaje. Iniciamos el viernes temprano, a las 6 am, porque teníamos un sinfín de puntos en el mapa de la ciudad que nos habíamos marcado con círculos para no olvidar. Asi fue que, hicimos un madrugón cual gallos, y, después del desayuno, salimos hacia la estación del RER (es un tren, que por partes va soterrado, y en otras sobre la tierra) de Gentilly, la que estaba a 5 cuadras aproximadamente del hotel.

Allí compramos en las màquinas expendedoras, el ticket París Visit, que es un pase de transporte que uno puede adquirir para una o varias jornadas, para usar el transporte público, y ademàs, descuentos en algunos sitios.

No utilizamos ninguna rebaja, porque yo, principalmente, como conté anteriormente no puedo familiarizarme con el idioma. Ellos son muy autóctonos, y no utilizan otro idioma, no usan frases americanas en los comercios, y todo es puro French.El pase de transporte fue una pegada, porque realmente hicimos una cantidad increíble de combinaciones que ya no logro recordar. Iniciamos la visita por el ícono de la cité, LA TOUR EIFFEL.

Tour Eiffel
Saliendo 7.20hs de Gentilly, arribamos a la estaciòn Champs du Mars-Tour Eiffel a las 8.30am. Allí descubrimos que la torre abría a las 9.30am.

Peregrinamos por las cuatro patas de la torre, y no logràbamos descifrar por cuàl se subía.

La pata Oeste estaba cerrada, y, luego de boyar por las otras tres, y gracias a un vendedor ambulante que vio mi cara de desconcierto, entendimos que la pata que vende los tickets, es la Este, y es por la que se hace el ascenso en elevador.

Formamos la fila para comprar el pase, que cuesta 13 euros hasta el tercer nivel. Hasta el segundo está 8, pero les aseguro que la vista desde el ùltimo piso es una postal de la ciudad, donde uno se siente dentro del Google Earth.

Vista aérea del Trocadero, desde la Tour Eiffel
Podria decir, para que se entienda, que el segundo nivel da una vista panoràmica, y el tercero, una vista total de la ciudad, desde la cima, y a vuelo de pàjaro. Así fue que, en el segundo ascensor del dìa, subimos a la torre. El ascenso fue muy emotivo, y en menos de 40 segundos estábamos en el primer nivel. Desde allí se tiene una nociòn mucho màs clara de la ubicación de cada punto emblemàtico de París, una especia de mapa en vivo. Claramente es una actividad que recomendaria hacer, y sugerirìa no pasar por alto.
La cúpula de Les Invalides, desde la Tour Eiffel
De allí, bajamos a seguir pateando con destino a Les Invalides. En este sitio, que fue construido para los que quedaban inválidos o mutilados por las guerras, hoy dia descansan los restos de Napoleòn (I). Ya un poco agotados de pagar un promedio de 8 euros por cada entrada a los museos, decidimos que el señor Bonaparte se quedaría sin nuestra visita.

A la salida, y cruzando el Sena por el Puente Alejandro III (que cuenta con unas farolas espectaculares de hierro y cristal super ornamentadas, tulipas en forma de juncos, esculturas de bronce, etc), conocimos, -por fuera- el Petit y Grand Palais, dos centros de exposiciones que fueron creados para las Exposiciones Universales del Siglo XIX. Hoy día, en el primero de ellos muestran objetos de Yves Sain Laurent, y el segundo, estaba cerrado para acondicionarlo. El Grand Palais tiene su techo completamente vidriado, al estilo de un gigante invernadero. Del petit, sólo podrè mencionar la bellìsima reja de entrada cubierta de decoración con pan de oro, como en muchos otros sitios de París y alrededores.
La cúpula vidriada del Gran Palais
Puente Alejandro III
Tomando de vuelta el mismo puente, regresamos a la otra margen del Sena, para conocer el Musée D´Orsay, una antigua estación de ferrocarril devenida en museo, donde hoy dia se exhiben obras, principalmente de impresionistas y post impresionistas. Tuvimos así ocasión de ver de primera mano el autorretrato de Van Gogh entra otras de el mismo pintor, y tantísimas obras de Monet, Manet, Pissarro, Gauguin, Renoir.
Museé D'Orsay
Principalmente diría que este sitio, es digno de ver por el edificio en sí, más allá de sus obras. Claro está, tambièn las pinturas son bellísimas, pero luego de haber admirado las pinturas de Leonardo, Rafael, y Goya que se exhiben el el Louvre, me dio la (equívoca) sensación que las del Orsay, son un juego de niños. Claro está, son diferentes cosas, diferentes épocas, diferentes movimientos, como tambièn es diferente el ojo que las mira y opina.
Tenìamos en el itinerario marcada la Ópera de París, y hacia allá nos dirigimos. A la salida del metro, se alza imponente.
Una de las esculturas que remata el edificio de la Ópera de París

Es un edificio majestuoso, rematado en los frisos con bustos de Mozart, Rossini, Beethoven, entre otros, y a cada lado,
rematando las esquinas superiores, unos magníficos grupos de estatuas doradas, que se recortan perfectamente del cielo celeste intenso de París. Una vez màs, el ingreso a la ópera, costaba 8 euros,y definimos gastarnos ese dinero en el Café de la Paix, uno de los cafès tradicionales de la ciudad (junto con el de los Dos Magos, el de las Flores, y el Procope).
Vista de la Ópera de París, desde el Café de la Paix
Cafe de la Paix
Al frente de este edificio, nos dimos el pequeño gran lujo de tomar algo allì, viendo pasar a los parisinos, los autos, los buses.
Nos habían recomendado el barrio de Montmartre…e hicieron bien. Es un barriecito de calles angostas y serpenteantes, con tiendas muy pintorescas, que está sobre una colina, a la que puede accederse por funicular o a pie. En la cima, està la iglesia de Sacre Coeur, muy hermosa por cierto, y perfectamente conservada.
Sacre Coeur
Desde el frente de la misma, se tiene una vista panoràmica imperdible de la ciudad. Nos dimos a la tarea de perdernos en las callecitas de este barrio, el llamado de los artistas, y así fue que encontramos en una esquina el ultimo viñedo de Paris, y uno de los primeros cabarets: Le lapin agile.
Con prisa y sin pausa, desandamos a pie Montmartre, para llegar al barrio de Pigalle, al cual le llaman el del sexo, o de las mujeres de moral ligera. Lo ùnico que pudimos ver allí sobre sexo, eran los locales “Sex Shop” (entramos a uno de ellos, claro està) y el afamadísimo MOULIN ROUGE.
Moulin Rouge
Claro que con el ritmo que traìamos, la falta de tiempo y el costo, definimos sólo tomar una fotografía a la fachada.
Las entradas oscilan entre los 80 y 150 euros, la primera de ellas en el ùltimo horario y sin bebidas. Preferimos seguir andando París, y asì llegamos al Pompidou, museo de arte moderno de la citè, que tiene la particularidad de ser un edificio que resalta completamente del resto de la fisonomia parisina, puesto que es una mole vidriada, con las instalaciones por fuera, es decir, cañerias de servicios de todo tipo por delante de las paredes vidriadas, las cuales fueron pintadas de colores vivos.
Centro Pompidou
El museo estaba pronto a cerrar, asi que seguimos camino para cerrar la noche con el broche de oro: El Louvre iluminado. Nos detuvimos allì un rato, para disfrutar el viejo palacio, y la nueva piràmide completamente iluminada.
Louvre de noche

Ya satisfechos, y con los ojos cargados de algunas de las imàgenes màs hermosas que tuvimos oportunidad de disfrutar en nuestras vidas, emprendimos el regreso al hotel.
Fueron 16 horas desde que salimos hasta que regresamos al hotel, intensamente vividas y aprovechadas. Nos quedò en el tintero para la pròxima vuelta (porque les aseguro que quedan ganas de volver) conocer el cementerio de Montparnase, y el de Père Lachaise, este ùltimo donde està enterrado Jim Morrison…no te hagas ilusiones Parìs, que volveremos!

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