domingo, 21 de noviembre de 2010

PURO PARÍS (I)

Jueves 25 de marzo:

Tuve que escribir casi dos dìas en uno. El dìa de ayer fue maratònico; arribamos a Parìs al anochecer, y, merced a una equivocación de hotel, demoramos aún más de la cuenta. Estamos hospedados en el Ibis Port d´Italie. Les cuento que la zona, en cuanto a lo estético es bastante decepcionante. Estamos frente a la autopista, y la ubicación sería algo así como nuestra estaciòn de trenes de Constitución. Al frente, un cementerio, al que, por suerte (mucha suerte) no da nuestro cuarto. Desde el nuestro se divisa una torre sencilla, de ladrillos, medio setentosa. A primera vista, y con el enojo que traíamos ayer, les podría haber dicho que el sitio nos pareció de lo peor.Hoy sin embargo, que caminamos París, tomamos metro, y llegamos en sòlo 7 estaciones (ocho màximo), puedo decirles que lo vemos de otro modo.Pero vayamos en orden. El desayuno resultò, tal como el de Bordeaux, no tan magro, con bastantes opciones. Sólo no habìa nutella ni mermeladas de naranaja, frambuesa y ensalada de fruta. Pero habìa tortilla, y eso es decir mucho!

Salimos del hotel, esta vez con mucha màs suerte, nos tocò una guìa Española, que vive en Parìs, que –con mucha màs paciencia y algo màs de dedicaciòn que la parisina de ayer- nos relatò qué era lo que veíamos. Visitamos los jardines de Luxemburgo, o màs bien, un stop para tomar la foto al palacio homònimo, el Arc, la torre Eiffel desde abajo, campos elìseos, Les Invalides, Madeleine…todo desde el micro, sòlo parando en la tour y los jardines.
Jardines de Luxemburgo
Nos sorprendió la lluvia parisina. Les confieso que tiene su onda caminar las callecitas con el paraguas en mano. Por fin, al terminar la excursión guiada, empezamos realmente a conocer la ciudad del mejor modo posible: a pie.

Ya nos habìa advertido la guía, que los que no habíamos contratado la excursión al Louvre, no podríamos entrar, puesto que no había màs plazas para la fecha. En ese mismo momento, se nos hizo un nudo en el estòmago, puesto que dábamos por sentada la entrada al museo, y rechazamos la oferta, en tanto la empresa cobraba el paseo en el museo y la recorrida en el Bateaux-Mouches (un barco que recorre el Sena) 60 euros.

Jardines de Luxemburgo
El bus llegò al “parking” (como le dicen los gallegos) del Louvre, y allì nos bajamos todos. 

Nosotros, que no tenìamos entradas, con gran desazòn, a intentar hacer al enormísima cola que habría por el aluviòn de turismo de la semana santa. Empezamos a subir escaleras hacia la calle, y allí, en el primer subsuelo del Louvre (uno más arriba que el estacionamiento) había máquinas expendedoras de tickets para ingresar al museo!!!! El trámite no tardò más de un minuto: costaron ambas 19 euros, y, para mejor, el ingreso de las entradas pre-vendidas es uno aparte del principal, por el llamado Pasaje Richelieu (Passage Richelieu), que es una pequeña callecita dentro del predio, la que se ubica hacia la izquierda, mirando la piràmide de cristal de frente, en la fachada principal del Louvre.
Vista del Museo del Louvre, desde la pirámide (entrada principal)
Entrada en mano, ingresás sin más rodeos, tomás un mapa de recorrido en tu idioma, y, opcionalmente, una AUDIOGUIA interactiva, que es una especie de palm o mp3 con el cual, presionando el código de la obra que querés conocer, te cuenta de qué pieza se trata, quién es el autor, y demases datos ad hoc. La guía cuesta 6 euros por persona, pero es de gran utilidad.
El museo es sencillamente IMPERDIBLE. De hecho comentàbamos ambos que, en caso de no haber visto el Prado, o el Palacio Real de España, hubìesemos estado màs que satisfechos y dados por cumplidos con la colección vastísima de este lugar.
La Belle Ferroniere
No les puedo explicar lo bello que es arquitectónicamente, lo fastuoso, los frescos de los techos, los cielorrasos con relieves cubiertos de pan de oro. Pero eso es sòlo una parte. Lo mejor son las obras: las hay de Egipto (sarcófagos, objetos de uso cotidiano, esfinges), Mesopotámicas (el código de Hamurabi –ojo por ojo…), arte italiano (renacimiento) y francès.

Casualmente una de las primeras que dimos en ver, fue la Venus de Milo.

La Venus de Milo
Realmente, ver con los propios ojos en vivo las cosas que siempre viste en manuales, guias, e Internet, es asombroso. Es tal como la propaganda de master…la tarjeta paga la entrada, pero que vos puedas experimentar ver esas joyas con tus ojos, no tiene precio. Al recorrido no puede faltarle tampoco la Victoria alada de Samotracia, ni la Gioconda.

La Victoria Alada de Samotracia
El museo es un laberinto, pero està muy bien señalizado, y con las audioguías y en espanglish y espanfrech, llegás a todos los sitios. De tanto dar vueltas y vueltas, la encontramos. 


Allí estaba, en medio de una sala, en un enorme paredón y celosamente protegida con un vidrio: la Mona Lisa.
"Ella": La Señora Gioconda. 
No tiene mucho sentido que les cuente que yo me emocioné, porque muchos de uds. saben que tengo la lágrima fácil. Pero fue doblemente movilizante ver a Damián absolutamente conmovido... y hasta las lágrimas.
A la salida, y a los pies de la enorme piràmide transparente, almorzamos una baguette…oh la là, qué picnic! Realmente les recomiendo muchísimo esta visita a los que tengan la oportunidad de conocer este lugar. El Louvre paga todo que esperás ver de París.
De allí, plano en mano, y libro de París en la otra, salimos en busca de Notre Dame. Cruzamos a la Ile de la Cité por el puente Nuevo, que –contrariamente a lo que pueda pensarse- es el màs viejo de París, pero que se le llama NUEVO porque fue el primero que hubo de piedra.

De camino a la catedral, fotografiamos una de las entradas del metro de estilo Art Noveau, con sus curvas vegetales, que son tan fascinantes como preciosas y paseamos por el Marché aux fleurs (mercado de flores), donde vi unas azaleas super floridas, arbustitos deliciosamente podados, y plantas de lindìsimos colores… el perfume, exquisito!. 
Una de las tantas entradas del Metro de París, con sus típicas curvas Art Noveau











Marché aux fleurs
A la vuelta, y sin màs esperas, la encontramos: la catedral de Parìs, con sus enormes rosetones, y su impactante pòrtico de la virgen.
Notre Dame 
La iglesia es enorme, un gran bloque hermosamente calado por donde lo mires (en el exterior) y con grandes bóvedas en su interior, surcadas por “nervaduras”. Lo que más me interesó, fueron los contrafuertes de la parte trasera, que “sostienen” la estructura, y, claro está, las gárgolas. Tuvimos la suerte verlas cumpliendo su funciòn (drenando el agua de los tejados), porque París seguia lloviendo.
El ùltimo regalo de la visita fue al salir: aùn lloviznaba, y pudimos ver un arco iris justo detrás de la iglesia, que llego en el momento preciso que una banda de mùsicos –a orillas del sena- tocaban trompetas, trombòn y percusión.
La combinación de situaciones, dio un marco perfecto a la ocasiòn.
Gárgola de la Iglesia de Notre Dame, en pleno funcionamiento.
"El"momento: recién terminaba de llover en París. Al fondo, un arcoiris, debajo en el Sena una banda de Jazz y las Gárgolas cumpliendo su función.

Por último, y ya sin baterias para la cámara, caminamos hasta el barrio de Les Halles, donde conocimos el extravagante Centro Pompidou, al cual nos prometimos volver mañana, para conocer por dentro, y con la càmara en funcionamiento. Ya sin màs energias en los pies, y sin pilas para capturar màs arte, tomamos el metro al hotel, y aquì estoy ahora, escribièndoles lo vivido.
Ahora vamos a tomarnos un Merlot, con un camembert en baguette, y a la cama, esperando mañana, último dia en París, poder sacarle el provecho máximo a las horas, para recorrer cada rincón, cada ícono, y todo lo que podamos cargar en nuestras retinas.
Les mando un beso enorme a todos, y les confieso que a mí también me encanta que ustedes me escriban contàndome què les parece lo que les relato. El feedback siempre suma. Y ustedes me hacen bien.
Abrazos!
M.

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