martes, 26 de abril de 2011

VALENCIA Y CORDOBA

Barcelona: 


Para el  6 de abril, por la mañana, teníamos reservado el vehículo que telefónicamente alquilamos en Hertz (vía Skype). Así fue que, una vez que desayunamos, salimos en búsqueda del auto. Llegamos hasta el local en tranvía y metro, y allí, sin muchos más requisitos que el registro de conducir, el pasaporte y la tarjeta de crédito, nos dieron las llaves del auto. Al llegar al parking, y ver el auto que le tocó a la gente delante nuestro, la verdad, temí que nos tocase algo similar, lo cual sería muy decepcionante. No bien terminaron los trámites de estos pasajeros, nos llevaron al nuestro. Y ahí estaba, flamantísimo, con sólo 1600km, un Kia Cee´d. Está claro que, para nosotros que tenemos dos autos base, éste fue como un pase libre a la juguetería: aire acondicionado, dirección, velocidad crucero, airbag, bluetooth, climatizador individual!!! Damián estaba chocho, y, lógicamente, yo tambièn. Así fue que cargamos las maletas y salimos con rumbo a Valencia.

Llegamos a la ciudad hacia las 16hs aproximadamente. Quizás por haber visto ya unas cuantas ciudades bellísimas, Valencia no nos llamó la atención en lo absoluto. Obviamente, es una urbe prolija, limpia, excelentísimamente conservada, pero no tiene nada remarcable…es decir, si tuviese que recomendarla, diría que en un itinerario podría perfectamente obviarse.

Merece mención aparte el tema de los semáforos de estas ciudades (Valencia, Córdoba), que en lugar de verde, ponen muchas veces amarillo titilante, que –al parecer- indican que puede avanzarse…lo supimos por los bocinazos de los autos, claro está!!!



Hay algo que adoré de Valencia y quisiera compartir con Uds., y fue su mercado central. Permanece abierto de 8 a 15hs. Es una manzana completa, con un tinglado altísimo, muy luminoso,  hermosamente decorado, limpio y prolijo. Los productos que venden sencillamente me pierden, porque son cosas que en casa no se consiguen: brotes de cebolla, frutillas del tamaño de una ciruela, quesos de todos los tipos que puedan imaginar (probamos un brie trufado, que es imposible describir en palabras), espárragos super finísimos, todo tipo de pescados (un atún rojo que se comía con los ojos, langostas, anguilas, etc), y montones de jamones por donde mirases. La prolijidad de los puestos, la higiene (hasta de los baños) sorprenden al visitante que viene desde nuestros pagos, en contraposición con el Mercado Central de Buenos Aires en Ezeiza, que es exactamente todo lo opuesto.
un placer recorrer el mercado, un ejemplo de higiene y variedad

sabrán perdonar la calidad de la foto, pero la Jamonería merecía ser vista

techo del Mercado de Valencia

Quiero mencionar que, una vez que dejamos Barcelona, donde acabamos el tour, empezamos la búsqueda hotelera por nuestra cuenta, en tanto no teníamos nada contratado. Gracias a que dos amigos nos hicieron mención de la página http://www.booking.com/ –la cual recomiendo enfáticamente- conseguimos unos “hotelazos” a unos precios increíbles, por ej, el de Valencia, de 5*, con hidromasaje, living, dos teles e Internet, a sólo 49€. El promedio de los hoteles no bajan de los 60/100 euros la doble; por ej, los de la cadena Ibis, que son 2*, cuestan 59€ con desayuno. Nosotros tomamos el desayuno en el hotel lindero: nos alojamos en el Eurostars Gran Valencia, y desayunamos en el Ibis de la puerta contigua, porque costaba exactamente la mitad.

Desde Valencia, hicimos la contratación del hotel de la ciudad de Córdoba, en el que dormimos anoche, que costó 79€, Internet aparte, pero con parking incluido, y desayuno.

Continuando con Valencia, por la mañana siguiente, tomamos un bus turístico. A semejanza de los que vemos por el microcentro porteño, con dos pisos, y sin techo (double decker), te llevan a dar una vuelta por los puntos más relevantes del casco histórico, y la zona marítima, con la chance de bajar  y subir del bus cuantas veces uno desee durante la jornada. Por lo visto a nosotros no nos llamó suficientemente la atención ninguno de los stops, porque hicimos ambos recorridos del bus, casi de un tirón, y sin bajar una sola vez. Como decía, más allá del mercado maravilloso, no encontramos grandes cosas para recordar (*) . Al finalizar el recorrido, y habiendo visto los puestos de alimento màs bonitos, partimos bajo una lluvia intensa a buscar el auto al estacionamiento con destino Córdoba.

Es de mencionar que en las ciudades que estamos recorriendo, el acceso a los centros es casi imposible en auto. Por ej, en Valencia no está vedado, pero es un milagro encontrar un sitio disponible, razón por la que se usan los parkings subterráneos. El sistema de parkings está centralizado, y desde la calle, hay carteles con la cantidad de plazas disponibles en cada uno de los aparcamientos, para no llevarse una sorpresa. El sistema es muy práctico, cómodo y organizado. El costo no es muy elevado, siendo que aproximadamente pueden llegar a pagarse unos 10 euros por todo el día, poco más, poco menos. Los estacionamientos, así como los billetes de metro y buses, también están automatizados con máquinas, que hasta aceptan tarjeta de crédito, todo lo cual hace muy ágil la compra de billetes, o pago de estadías.

El camino hacia Córdoba fue bastante largo, o quizás el cansancio que llevamos nos lo hizo ver así. Lo genial fue que pudimos conseguir yerba mate en un Corte Inglès (en Valencia), y un termo para conservar agua caliente en un Carrefour en la ruta. La bombilla también del Corte Inglés. El agua la pedimos en una cafetería del minimarket de la ruta, que suponemos por horas no habrá tenido presión para un mísero café, luego de llenarnos nuestro termo! Improvisamos mate con la tapa del termo, y amarguísimos, nos dimos el gusto de tomar matecitos ruteros.

Llegamos bien entrada la noche, casi llegadas las 0hs del 8 de abril, e hicimos el check in, para salir corriendo al Mc Donald´s que cerraba en media: era nuestra salvación para la cena, porque ya estaba todo cerrado! El hotel que nos brindó booking, también muy bueno. Hoy por la mañana, salimos a recorrer Córdoba.

Antes que se vaya de mi memoria, quiero mencionar que el camino de Valencia a Córdoba, estuvo acompañado por momentos de un delicioso aroma a aceite de oliva. Es algo que me encanta poder conservar en la memoria. Es fascinante recordar una ciudad por sus olores, y con Córdoba, afortunadamente, así será. El perfume de olivas que se sentía al llegar al parking del centro, se empezó a combinar con el olor de azahares…creo que el olor de esta ciudad, es el de los naranjos. Me encantaría poder transmitir el perfume de algún modo, pero es imposible…sólo invitarlos a imaginar el perfume de las flores cítricas.

Una vez dejado el coche en el estacionamiento, atravesamos la avenida, cruzamos la antigua muralla, y entramos al casco antiguo. Córdoba se caracteriza por casas de dos plantas, con balcones tipo “francés” en el que se suelen colocar geranios, y prácticamente todas, pintadas de color ocre. Es el color predominante. Desde el puente sobre el Río Guadalquivir, se puede tener una vista tipo postal de la ciudad, que desde lejos, es del color de la arena.

callecitas de Córdoba

El casco está perfectamente conservado, muy cuidadas las fachadas, los monumentos, y la higiene. Córdoba se está preparando para postularse como ciudad de la cultura en el 2016, razón por la que están trabajando muchísimo excavando para recuperar viejas ruinas romanas, visigodas, musulmanas. Además, los frentes de las casitas, están impecablemente pintados, y en muchas de las callejuelas estrechas, se sentía el olor de la pintura fresca.

La  ciudad es bellísima, absolutamente pintoresca, muy calma, y caracterizada principalmente, además de la arquitectura y los colores, por ese perfume inconfundible a azahar que nos regaló la primavera.




Visitamos el monumento fundamental de arquitectura de origen musulmán, la Mezquita de Córdoba, hoy día Catedral católica. La iglesia es un enormísimo predio al que se accede por el Patio de los Naranjos, y una vez dentro, se encuentra uno con un bosque de columnas y dobles arcos: si uno lo mira con imaginación, parecen palmeras en un desierto. Sobre columnas de todos los tipos y colores de mármol, y todo tipo de texturas (estriadas, lisas, con estrías diagonales), reposan capiteles corintios, y dobles arquerías de mampostería de ladrillo y piedras, una y una, como a rayas rojas y marfil. La iglesia “sufrió” muchas ampliaciones, y hasta se le agregaron naves de estilo barroco, donde hoy día se celebran las misas. Honestamente, la mezquita original era un lujo, y el agregado católico resultó, para mi gusto, un zafarrancho arquitectónico. Imaginen ver un techo de tipo árabe, con vigas de madera y exquisitamente trabajado con colores, pero plano, combinado a un lado con una boveda decorada en relieves dorados, con ángeles…?!?!?! Como todo en la historia, el que gana cuenta la historia, se lleva el botín, y construye por encima, o al lado de lo del vencido. Sin ir más lejos, los árabes construyeron sobre una vieja iglesia cristiana, y con columnas tomadas de varios monumentos de origen romano, de allí la variedad de tonos de colores de las  mismas.


La Mezquita de Córdoba, vista desde afuera

El interior de la Mezquita, un oasis de palmeras

Los agregados católicos ¿?

Añadidos católicos a la Mezquita

El "bosque" de palmeras


Córdoba no está exenta de la vejación del resto de las ciudades, donde en los cimientos siempre hay uno o varios pisos de construcciones por debajo, pertenecientes a una cultura de mil o dos mil años antes. Por ello, por el, dentro del Alcázar de los  Reyes Cristianos, se pueden ver por debajo del nivel, ruinas de antiguas casas.

Hicimos un paseo por las callecitas perfumadas, viendo balcones vestidos con geranios, y almorzamos en el típico “Mesón de las flores”, ubicado en el Callejón de las Flores. Allí hicimos un típico tapeo, esta vez de mariscos con una rica cerveza.












De la visita al Alcázar de los Reyes Cristianos, rescato los jardines, que son maravillosos, con fuentes que llenan de sonido de agua todo el parque, muchas calas, flores de varios colores, irupés, y columnas de truja, color verde, bien altas, como las que se ven en las películas de reyes y reinas en los jardines con columnas vegetales.







Por la tarde, Damián quiso visitar el museo arqueológico, pero el sueño  me vencía, así que lo esperé fuera del museo, recostada en una columna de piedra, durmiendo a la sombra, oyendo pájaros, y oliendo naranjos…fue una pequeña pero perfecta siesta, dadas las condiciones. Me recordó a una improvisada siesta que tomé una vez en una piedra gigante a orillas del Lago Puelo de nuestra Patagonia. Olvidé mencionar que el marco de todo el día, fue un cielo cerúleo, razón por lo que todo en la ciudad parecía aún más hermoso.

Al promediar la tarde, tomamos el auto hacia Sevilla, ciudad desde donde escribo. De momento, sólo decir que el hotel está más que bien, con una habitación de doble planta, con baño arriba y abajo, y con desayuno y cena…aguante Booking!!!

Mañana será otro día. Aquí son las 23.15, así que me dedicaré a descansar para aprovecharlo mejor

Abrazoooooooooo!!

(*) nota actualizada: les ruego a los valencianos no ofenderse. Quizás como digo, el recorrido de este viaje fue tan extenso y por sitios con íconos culturales tan sorprendentes, que por contraste no supimos apreciar las bondades de Valencia.